Los pasados días 24 y 25 de octubre tuve oportunidad de asistir en Barcelona a las XVII jornadas de derecho de familia. Fueron jornadas bastantes prácticas y enriquecedoras, en concreto, dos de ellas invitan a la reflexión:
La Convención de NY del 13 de noviembre del 2006 supuso una balsa de aceite para que las políticas de inclusión, tan demandadas por nuestra sociedad, fueran acompañadas de los urgentes cambios de mentalidad a todos los niveles, estableciendo dosis justas de protección adecuadas a cada caso concreto, todo ello acompañado de revisiones periódicas, en aras a fomentar la recuperación de la capacidad siempre que sea posible.
Uno piensa que la vida ya es suficientemente corta y complicada como para que nos permitamos el lujo de hacer distinciones entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.
Tras la brillante exposición de la Dra. Esther Farnós Amorós me quedé con claros y oscuros ante los nuevos modelos de parentalidad que se avecinan. Me refiero, por ejemplo, a los casos que nos brinda la inseminación “doméstica”, es decir por donación de esperma de amigos o conocidos que, en un inicio, firman un acuerdo privado de renuncia de paternidad pero que, en un tiempo corto o no, se lo piensan dos veces y reclaman la misma.
Se me hace difícil imaginar la protección del menor en una negociación de un plan de parentalidad a tres o cuatro. Y es que, de nuevo la ciencia va por delante, sin esperar a la ley y deberíamos parar, reflexionar o mejor aún, hacer marcha atrás antes del des-madre.