Hay visitas que sin duda te ponen la piel de gallina. Y es que, a veces, preservar a los menores de las mochilas de los adultos es complicado …
María, huérfana de madre, ha mantenido una buena relación con la familia materna, ha compartido días, noches, cumpleaños, con sus primos, sus tíos y sus abuelos. Sabe perfectamente quienes son y tienen, todos ellos, un lugar en su vida, permitiéndole tener vínculo y conexión de forma indirecta con su madre prematuramente fallecida quien, como siempre dice, guarda un espacio bien grande para ella en su corazón.
Pero los caprichos del destino (o de su padre, más bien) han dicho basta. ¿Por qué? Pues ni idea. María no lo entiende, difícil con tan sólo 5 años pero yo tampoco con 40 años más. Intentaremos hablar con su padre para fijar amistosamente un régimen de visitas, pero si no hay posibilidad de acuerdo tal y como prevé la ley (y si lo prevé es porque la realidad, a veces, supera, con creces, la ficción) no quedará otro remedio que interponer una demanda (civil) de solicitud del establecimiento de un régimen de visitas a favor de la menor con sus abuelos maternos (o tíos por extensión).
Supongo que entre otras cosas conservar el niño que llevamos dentro también se debe referir a empatizar con María sin más.